miércoles, 29 de febrero de 2012

Gibraltar, cuestión de Estado

Afrontar el conflicto de Gibraltar con la bandera española en una mano y la porra en la otra resulta tan ineficiente como absurdo. Abordar las relaciones con Reino Unido y El Peñón con la idílica idea de que la soberanía de la colonia pasará a Madrid sin que se escuche la voz de los llanitos; parece, simplemente, disparatado. Creer que el caso de The Rock puede asemejarse al de Hong Kong; es síntoma de una visión equivocada e irreal del equilibrio de poderes supranacional que subyace en esta pugna y del contexto estrictamente europeo en el que se enmarca.

Gibraltar se considera un asunto estatal y así lo ha respetado la Junta de Andalucía durante los últimos 30 años. Le corresponde al Ejecutivo central dictar la política a seguir con el número 6 de Convent Place; y la administración autonómica demostró una lealtad inconmensurable en este tiempo. Por tanto, no se le puede achacar a Sevilla que, desde la apertura de la Verja en los años 80, no se haya avanzado prácticamente ni un ápice en el conflicto. Todo ello, a pesar del evidente perjuicio que supone para la región unas malas o extrañas relaciones con El Peñón.



El Gobierno autonómico ha subrogado siempre sus decisiones al dictamen de Madrid, con independencia del color político que allí rigiera. Algunas veces, incluso, en contra de sus propios intereses. Porque, más allá de reivindicaciones patrióticas, el conflicto de Gibraltar se reduce simplemente a un marco de convivencia entre llanitos y los habitantes de los siete municipios de la comarca que rodea The Rock. Más allá de eso tan sólo sobreviven proclamas nacionalistas y el españolismo más rancio.

Cientos de campogibraltareños trabajan en la colonia. Y, a su vez, cientos de gibraltareños viven y laboran en la comarca adyacente. Es decir, existe un flujo económico y social que no puede -ni se debe- limitar, por el bien de españoles y británicos. Si un Ejecutivo de Madrid quiere plantearse, de manera realista, la recuperación de la El Peñón; tan sólo puede hacerlo a largo plazo. Toda exigencia a corto plazo carece de pragmatismo.

Primero, porque la desafección de los llanitos hacia España es brutal. Los gibraltareños durante mucho han sufrido –sí, esa es la palabra: sufrir- a esta tierra de Sol y Toros. Y la han sufrido varias generaciones enteras, a las que no se les puede pedir que hagan borrón y cuenta nueva. Tras el cierre de la Verja por Franco, miles de jóvenes se vieron obligados a vivir en un espacio de 6,8 kilómetros cuadrados. Y hablamos de los 60 y 70. Un tiempo en el que las comunicaciones se encontraban limitadísimas –además de que la Dictadura boicoteaba constantemente la señales de radio y televisión- y el único medio de transporte que existía para salir de El Peñón eran los ferrys que llegaba a Marruecos. Por tanto, comprenderán que los llanitos no se lancen a tararear el himno español.

Madrid, si quiere conseguir resultados, debe optar por lo que Joseph Nye denominó el soft power. Para que así, las futuras generaciones de llanitos se sientan más próximas al pueblo y a la comarca que les rodea.

P.D.: Más información en el artículo Dos vecinos bien avenidos, publicado por Eva Reyes en las nueve cabeceras del Grupo Joly.

1 comentario:

  1. Es increible. Toda la culpa la tiene España y los gibraltareños son unos santos que han sido aplastados por el imperialismo hispano. ¿Porqué no hablas de lo que ocurrió ANTES del cierre de la verja en 1969? ¿Porqué no hablas de las resoluciones de la ONU de 1967 y 1969? ¿Porqué no hablas de las conversaciones entre España y el Reino Unido de 1966-1967? ¿Porqué no hablas del Referéndum de 1969 y de la bofetada de la población yanita a cualquier tipo de acuerdo con España ANTES del cierre de la Verja? ¿Porqué no hablas de los Palomos?

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