miércoles, 27 de febrero de 2013

Goya tiene voz

El mundo del cine denuncia los recortes impulsados 
por el equipo de Gobierno de Mariano Rajoy

Las críticas al Gobierno protagonizaron, de nuevo, la gala de los premios Goya. Al igual que hace exáctamente diez años, cuando el No a la guerra desgastó al Ejecutivo de Aznar, los participantes de la última fiesta del cine español han aprovechado la atención mediática para denunciar la política de recortes impulsada por el equipo de Mariano Rajoy. Los reproches se sucedieron durante la noche. Y, resignado, Wert aguantó las críticas de la presentadora (Eva Hache), de los actores y del propio presidente de la Academia (Enrique González Macho). Unas reprobaciones que no han sentado nada bien en el seno del PP. De hecho, el propio ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, criminalizó a parte del colectivo durante la última sesión de control del Gobierno al Senado, cuando afirmó que “algunos de nuestros famosos actores” no declaran sus impuestos en España. Sin decir quiénes. Tiró la piedra y escondió la mano. Todo ello, en una maniobra política con la que tratar de desprestigiar a quienes criticaron al Gobierno, sin aportar datos y nombres que desbaraten los argumentos de los actores.

Los premios Goya pertenecen al mundo del cine. La gala pertenece a los intérpretes, a los directores, a los productores y a quienes desempeñan los distintos oficios que participan del séptimo arte patrio. La entrega de estos galardones los coloca en el centro de atención de la mirada pública. Y, si quieren, tienen todo el derecho para aprovecharlo. Ellos forman parte de esta sociedad democrática y, por ello, su voz también debe ser escuchada. No le corresponde al PP decidir cuándo pueden hablar. Menos aún, utilizando el argumento de que la gala se paga con dinero público. Una tesis que, de aplicarse con todas sus consecuencias, por ejemplo, conllevaría la prohibición de la libertad de cátedra –porque el salario de los profesores sale del erario estatal-. El ejercicio de la democracia consiste en respetar la palabra del contrario, consiste en permitir al adversario ejercer su turno de palabra con las mismas oportunidades que uno mismo. No sólo a los políticos les pertenece el debate público. Y resulta muy perjudicial para España que algunos crean que deben ejercer un monopolio sobre el mismo.

Redactado para E. P. UAM-El País

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