domingo, 3 de marzo de 2013

Los distintos "no lugares" de Pilar Rubiales

En Miraflores de la Sierra murió un enorme álamo a finales de los años 80. A causa de la grafiosis, se cuenta. Vicente Aleixandre, cuya voz aún pervive al norte del Guadarrama, quiso cantar entonces para no olvidarlo. "En el centro del pueblo / quedaba el árbol grande. / Era una plaza mínima, / pero el árbol viejísimo / la desbordaba entera.", arrancaba su poema. En esta villa de frío, y nieve en los tejados, viven doce asiáticos y ocho franceses, que duermen y envejecen con sus otros 6.000 habitantes. Por allí también pasó en 1620 una tal Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV -alias El pasmado-. Aunque no era todavía Miraflores de la Sierra. O, al menos, sus lugareños no lo sabían. Porque, en el siglo XVII, Miraflores de la Sierra era Porquerizas. Que así se llamaba aquel pueblillo, al que su majestad rebautizó. Algunos lo agradecieron, como los 12,3 bebés por cada 1.000 vecinos que nacen allí cada año.

En Miraflores de la Sierra ríe Pilar Rubiales. Y sonríe. Y expone. Y narra historias a través de sus cuadros, de sus láminas, de sus composiciones. Allí, en una Casa de la Cultura, ella relata cuentos de muertos y barcos vikingos, habla de "no lugares", perfila Santiago de Compostela, y sombrea pesadillas y monstruos. Rubiales compone un collage de extraños pasajes, de pasos pasados, de sueños y duermevelas. Y te lo cuenta. Y es amiga.







 Fotografías de J. Jiménez Gálvez

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