domingo, 14 de abril de 2013

Dos pijas en los juzgados de Plaza de Castilla

Éranse dos pijas, muy pijas. Pijísimas. Éranse dos que se cruzaron en la discoteca Pacha en la noche de un viernes de octubre de 2012. Y que, meses después, se vieron de nuevo las caras en el Juzgado de Instrucción número 7 de Plaza Castilla. Entre medias, una acusación de robo y suplantación de identidad. Así que, como amigas no eran, llegaron por separado a la sala de vistas. Hablaron las dos ante la magistrada. Primero la denunciante: veinteañera, fashion victim, delgada y morena. "Pues estaba yo con unos amigos...", dijo. "Espere, espere", le espetó la jueza inmediatamente: "Espere que alguien le pregunte".

Y la chica se ríe. Mira su bolso de marca, de esos que valen bastantes duros y que había dejado en el banquillo de su izquierda. La chavala se coloca el cabello y suelta otra carcajada estrambótica. La fiscal alucina. Y la chica coloca el micrófono a la altura de su boca, pide perdón -con una frase en la que se echa en falta algún otro "osea"- y aguarda a que el Ministerio Público le interrogue. "Dejamos los bolsos en un escenario. Cuando volvimos al rato, estaba todo desperdigado por el suelo y faltaba mi monedero", cuenta.

Su relato no acaba ahí. Ella avisa a los seguratas de Pacha que, al rato, le dicen que han encontrado su monedero sin el DNI, el abono de metro, la tarjeta de crédito y el dinero en efectivo. "Después me dicen que una chica había tratado de pagar dos copas con mi tarjeta y mi carné. La tía salió corriendo, pero un camarero la reconoció", le cuenta a la fiscal. Un intento de pagar que, en su declaración, la chica denunciada no niega. Es más, lo admite. "Sí intenté utilizarla. Pero no la robé, la encontré en el suelo", afirma la niña, que estudia ADE, vive con sus padres y apena llega a la veintena. Parece una de esas malotas, inconformistas, protestonas. La acusación pide que sea condenada a pagar 90 euros por una falta de hurto y otros 90 euros por una falta de estafa intentada.

"Lo único que no recuperé fue el dinero que tenía en efectivo en el monedero", añade la primera chica. "¿Y lo reclamas?", le pregunta la fiscal. La chica se lo piensa, vuelve a pasarse la mano por el cabello: "Sí claro, eran seis euros".


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